Sí, ahí está.
Y tú lo miras sin decirle nada.
Estás ansiosa de que se rompa el silencio y al mismo tiempo has encontrado la belleza en el silencio de su voz y la tuya.
Te gusta ese silencio donde lo miras sin decirle nada.
Lo amas.
Te vas de la ventana para sentir el silencio de lejos
porque piensas que si llega a hablar sería más sorpresivo no estar ahí en el momento justo de que se rompa el silencio.
Quieres sorprenderte. Por eso te vas.
Y al final vuelves a la ventana para ver si de casualidad sus letras están ahí.