Hacerlo me hace pensar en una quemadura por fuego. Yo sé que me causará dolor por varios días y por eso mejor no lo hago y simplemente trato de hacer otra cosa-, expresó la mujer a su terapeuta.

Sin embargo quieres hacerlo, ¿no?- respondió la terapeuta con una sonrisa (¿de cómplice?).

 Sí, bueno, sólo a veces me dan muchas ganas... Pero no lo hago porque sé que meter las manos al fuego sería algo que me lastimaría-, expresó una vez más la mujer.

 Del otro lado de la puerta del consultorio había una pequeña sala de estar compuesta por tres sillones grises y una amplia ventana sin cortinas. Justo en ese momento se podían escuchar los motores de algunos automóviles que pasaban por la calle y uno podía sentir cómo un viento suave y fresco empezaba a inundar la habitación.

Sólo siento las ganas de ir hacia allá y sé que lo haría si no fuera porque puedo pensar y detenerme- continuó la mujer.